viernes, 11 de octubre de 2013

Una máquina del no sentir

Una máquina del no sentir, de no sentir nada con nadie que no seas vos ni por nadie que no tenga esa sonrisa, esos ojos, ese nombre, esa espalda. En un mes me atrapaste por completo, me engañaste con tus palabras dulces, con tus besos que me llenaban de calorías y con tus brazos que me protegían de todo porque en ellos yo era la mujer más segura del mundo, nada malo podía pasarme. Llegaba, te veía, sonreías, sonreía, me envolvías, me llenabas de vos y yo era la mujer más rica del mundo, nada me faltaba. Después me decías lo mucho que me habías extrañado y mi estómago se revolucionaba, era la mujer más feliz del mundo, nada podía afectarme. Al menos eso pensaba, pero lo cierto es que había algo que tenía el poder de destruirme, alguien que sí podía afectarme y ese eras y sos vos. No pudiste o no supiste darte cuenta de ese pequeño detalle, del poder que ejerces sobre mi, y un día abriste todos mis miedos, terminaste con esta mujer que se iluminaba de sólo escuchar tu nombre. Me sacaste la luz que tenía, rompiste todos mis esquemas y destrozaste a mi corazón emparchado. Todavía no pude curarlo, rearmarlo, es que cada pieza tiene tu encanto y, entonces, necesito desintoxicarlo de vos. Es irónico que quien me enseñó a sentir me haya enseñado a no volver a confiar tan rápido en un hombre, a cuidarme porque no hay nadie que tenga mayor poder sobre una que alguien al que se quiere demasiado. Mi error fue ese, quererte demasiado, confiar demasiado, dejarte llegar a mi. Ahora veo todo con claridad y me encuentro con el desafío de volver a armarme, de estabilizarme y espero poder lograrlo. No sé cómo cerrar esta nota, creo que lo mejor es decirte que te odio, que te quiero, que me duele verte y que lo que antes me hacía feliz, hoy me hace realmente infeliz.

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