lunes, 12 de septiembre de 2011

Decimelo

No sé qué pensar, no sé como accionar, tampoco sé si hablar o callar. Hoy me sentí muy forra, demasiado boluda. No hay nada más feo que ver como te mienten en la cara. Hoy recordé, aunque mucho más leve, aquel 21 de septiembre. La diferencia fue que esta vez sí sabía la verdad, entonces la bronca apareció desde el primer momento. Fue una bronca de dolor, de impotencia y desesperación. Ya no tenía más herramientas para que me digan la verdad, y lo cierto es que necesitaba que me la digan. De nada me servía decirles que lo sabía, yo necesitaba que las palabras no salgan de mi boca porque, todavía confiaba en que iba a decírmelo. Y, luego de desmentirlo, así fue. Por un lado fue un alivio pero, por el otro, no sabía que hacer. Me lo acabas de negar pero ahora me lo confesas y te quiero tanto que no quiero discutir, no quiero pelear. Sin embargo, siento que reaccioné demasiado bien que, a mi, no me la hubieran hecho tan simple, que con un perdón no hubiese bastado. Aunque, quiero pensar que hubiesen actuado de la misma manera porque las amo demasiado como para poder pensar en el hecho de que la mentira hubiese durado toda la vida, que se hubiese muerto con el tiempo. Me gusta que me digan la verdad porque sólo duele una vez.

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